El Tamiz

Antes simplista que incomprensible

“La vida privada de las estrellas” en PDF

Aquí tenéis el regalo de Reyes que os habíamos prometido; como dije, no es que sea gran cosa, pero lo que importa es la intención. El año pasado recopilamos los artículos acerca de los microondas y los publicamos como PDF gratuito, y este año hemos hecho algo parecido, sólo que a mayor escala.

Los “habituales” habéis leido de arriba a abajo la serie La vida privada de las estrellas, en la que recorremos la vida de una estrella desde su nacimiento hasta su fin. Esta serie se convertirá, con el tiempo, en un libro a color y tapa dura: pero hace falta completar el texto, añadir más fotos astronómicas bellas, etc. Esto lleva tiempo (un tiempo que este año no tenemos), de modo que tendréis que esperar.

La vida privada de las estrellas

Pero, mientras tanto, aquí tenéis el regalo de este año: una versión preliminar, en formato PDF de 60 páginas, de la serie completa. Tiene formato A4 por si alguien lo quiere imprimir, pero las fotos a color pueden suponer un gasto de tinta considerable, de modo que tal vez sea recomendable, para tenerlo en papel, esperar al libro de verdad.

Como el año pasado, el texto del libro está publicado bajo una licencia Creative Commons de reconocimiento, no comercial y sin obras derivadas. Así puedes leerlo cuando quieras, imprimirlo, enviarlo a quien te plazca y guardarlo donde te dé la gana. Es, al menos, un formato más cómodo de leer y más sencillo de compartir que la serie de artículos sueltos en la página web.

Es un pequeño agradecimiento a quienes nos seguís cada semana, comentando, corrigiendo, sugiriendo y animando. Gracias, y ojalá el año que viene tengamos cosas interesantes que compartir con vosotros y recopilar como regalo de Reyes otra vez.

Puedes descargar el libro aquí. ¡Felices Reyes, especialmente a quienes los compartís con niños! (Por cierto, estamos de vacaciones hasta el 8 y esta entrada está programada para publicarse automáticamente, así que lo siento si no contesto comentarios hasta entonces).

De vacaciones

Sólo escribo esta brevísima entrada para avisaros de que me voy de vacaciones una semana: aunque el ritmo relajado de publicación de artículos supone que sólo se pierda uno, sí significa que algunos comentarios no aparecerán (porque hace falta moderarlos), que no participe en discusiones ni responda preguntas, etc. En principio estaremos de vuelta el día 8, de modo que, si quieres comentar y que el comentario aparezca cuando lo escribas y no entonces, recuerda hacerlo con tu usuario registrado.

Esto no quiere decir que no tengáis el pequeño regalo de Reyes que prometimos – acabo de dejarlo programado para que se publique el día 5. Eso sí, como es una publicación automática, ¡no esperéis que conteste comentarios hasta unos días después! Lo recordaré entonces, pero bueno. ¡Feliz Año Nuevo! Que el próximo disfrutemos juntos, si cabe, más que éste.

Confirmada la hipersimetría

Hace tiempo que no publicamos noticias en El Tamiz, pero la de hoy me ha impresionado tanto que no puedo dejar de publicarla, aunque probablemente no sea el primero en hacerlo: científicos de la Stanford University y el MIT han confirmado la validez de las teorías hipersimétricas, duplicando el número de partículas subatómicas conocidas. Los detalles aún no están muy claros, pero de lo que no hay duda es de que hay pruebas experimentales indudables de la hipersimetría.

Si eres uno de los “habituales” probablemente recuerdes el concepto de supersimetría, del que hemos hablado en la serie Esas maravillosas partículas. La hipersimetría es una teoría mucho menos aceptada hasta hoy, que se basa en la primera pero va aún más allá: en los modelos hipersimétricos, para cada partícula del Modelo Estándar existe un hipercompañero –de manera análoga a los supercompañeros en la supersimetría– que es parecido a la partícula original pero con algunas propiedades diferentes.

Premios Nobel - Química 1901 (Jacobus Henricus van ‘t Hoff)

Hoy empezamos a complementar el par de entradas acerca del Premio Nobel de Física de 1901, hablando del Premio Nobel de Química del mismo año, el primero de todos. Mientras a Wilhelm Röntgen se le concedía el galardón que mencionamos al iniciar la serie, el Nobel de Química se le otorgaba al holandés Jacobus Henricus van ‘t Hoff. Al contrario que en el caso de Röntgen, el premio de van ‘t Hoff no se debió a un único descubrimiento; se le concede, en palabras de la Academia,

En reconocimiento a los servicios extraordinarios que ha rendido al descubrir las leyes de la dinámica química [hoy en día utilizamos el término “cinética química”] y la presión osmótica en disoluciones.

La razón de este reconocimiento “global”, en vez de hacia un descubrimiento concreto, se debe a que la figura de van ‘t Hoff es de gran importancia por el impulso general que dio a una faceta de la Química que, hasta él, no había tenido demasiada relevancia: la química física. Piensa que estamos hablando, cuando el holandés finaliza sus estudios, del siglo XIX: la Física ya está bien desarrollada en muchos de sus aspectos (tanto que algunos pensaban, a finales del XIX, que no quedaba nada por descubrir en Física, ¡qué equivocados estaban!), pero la Química es bastante más joven. Desde luego, se trata ya de una ciencia relativamente madura, pero no tiene comparación con la Física – en particular, las conexiones entre los fenómenos químicos y los físicos no se conocen bien, a pesar de que unos son la consecuencia de los otros.

Dicho de otro modo: a pesar de que se conoce el hecho de que la materia está compuesta de átomos, y éstos forman moléculas, no existen relaciones teóricas sólidas entre el comportamiento de las sustancias químicas y sus reacciones y la física que rige cada uno de sus átomos de forma individual. En la segunda mitad del siglo XIX empiezan a realizarse avances en este aspecto, pero incluso cuando van ‘t Hoff inicia su trabajo en este campo es objeto de ridículo por parte de ciertos sectores de la comunidad científica.

Alienígenas matemáticos - La paradoja de los cthulhucitos

Sé que la mayor parte de vosotros, como yo, les tenéis un cariño especial a los malévolos, retorcidos, inmisericordes, voraces, en definitiva, entrañables alienígenas matemáticos. Hace ya algún tiempo que no les dedicamos una entrada (la última fue sobre la paradoja del Gran Hotel de Hilbert), de modo que volvamos a explorar paradojas matemáticas con ellos.

En la entrada de hoy hablaremos acerca de una paradoja geométrica. Aunque nunca la he leído en ningún sitio, es tan simple que estoy seguro de que está por ahí y tiene nombre – si alguno de los matemáticos que leéis El Tamiz la conocéis con un nombre específico, decídmelo y le doy el crédito a su autor original. Hasta entonces, y sin el menor rubor, le asigno el nombre provisional de paradoja de los cthulhucitos. De hecho creo que, aunque me informéis de su nombre oficial, aquí seguirá siendo siempre la paradoja de los cthulhucitos… ¡son tan monos!

Como digo, se trata de algo sencillo y nada espectacular, de modo que espero que no os decepcione comparada con otras entradas de la serie. Se trata sin embargo, o al menos eso creo, de una introducción bastante asequible a un asunto que atacaremos más a fondo en esta misma serie – los fractales. En cualquier caso, hoy conoceremos las andanzas de otro de los héroes alienígenas, además de los que ya hemos mencionado en la serie: el ingeniero Terdlanbomitnbeo y sus inimitables cthulhucitos.

Por cierto, sé que las ilustraciones son más bien ramplonas, pero Geli no ha tenido tiempo de ayudarme con esta entrada y he tenido que hacerlas yo; como no tengo el talento ni la paciencia de ella, hay lo que hay. Si sirven para ayudar a comprender la entrada, con eso me conformo.