El Tamiz

Antes simplista que incomprensible

El debate Huxley-Wilberforce

Libro disponible:
Los segundos doce artículos de la serie (de la seda a Johann Sebastian Bach) están disponibles como libro en tapa dura y como libro electrónico.

Continuamos hoy Hablando de…, la larga serie de artículos en la que recorremos diferentes aspectos de ciencia y tecnología de manera aparentemente aleatoria, haciendo especial énfasis en aspectos históricos y enlazando cada artículo con el siguiente. Tratamos, entre otras cosas, de poner de manifiesto cómo absolutamente todo está conectado de una manera u otra.

En las últimas entradas de la serie hemos hablado acerca del gas mostaza, que en el mar se polimeriza y puede ser confundido con ámbar gris, utilizado en la Edad Media como amuleto de protección contra la Peste Negra, posiblemente causada por la bacteria llamada originalmente Pasteurella pestis en honor de Louis Pasteur, una de cuyas hazañas fue terminar con la plaga que estaba acabando con las larvas de Bombyx mori francesas, productoras de seda, una sustancia que, en comparación con su peso, puede llegar a ser bastante más resistente que el acero, aunque no llega a la resistencia de los nanotubos de carbono, una de cuyas posibles aplicaciones más prometedoras es como estructura de un futuro ascensor espacial, propuesto por primera vez por Konstantin Tsiolkovsky, partidario (como casi todos sus contemporáneos) de la eugenesia, promovida por Sir Francis Galton tras ser inspirado por el debate Huxley-Wilberforce sobre la evolución. Pero hablando del debate Huxley-Wilberforce…

A lo largo del siglo XIX, diversas teorías postularon lo que muchos denominaron transmutación de unas especies en otras: según estos científicos, las especies no eran inmutables, sino que las similitudes entre unas y otras se debían a antecesores comunes. Muy diversas versiones de estas ideas fueron apareciendo, y no vamos a detallarlas aquí, pues no es el objetivo de este artículo; sin embargo, sí quiero resaltar el clima hostil que había, por aquel entonces, hacia esas teorías, utilizando un ejemplo: el de Robert Chambers y su Vestigios de la Historia Natural de la Creación.

¿Has leído “Proyecto #194”, de Alberto López González?

Hace mucho tiempo que no recomiendo ningún libro en ¿Has leído…?, pero es hora de hacerlo de nuevo por una razón especial: el libro de hoy ha sido escrito por Proyecto#194, uno de los “habituales” en El Tamiz y, además, uno de mis mejores amigos. No sólo eso, sino que formé parte del pequeño “comité” de correcciones/sugerencias/críticas durante la elaboración del libro, de modo que me es algo muy cercano. Y, como guinda del pastel, el libro está disponible de forma gratuita bajo una licencia Creative Commons, de modo que ¿qué más se puede pedir?

El Sistema Solar - El período de intenso bombardeo tardío

Continuamos hoy nuestro viaje por el Sistema Solar. Tras hablar acerca de la formación del sistema, Mercurio, Venus, la Tierra y la Luna, haremos ahora un breve paréntesis para explicar una de las teorías que hemos mencionado en los artículos de la serie. Además de ser interesante en sí misma, es un buen ejemplo de cómo funciona la investigación científica y la creación de modelos que explican lo que observamos. Se trata de una hipótesis relativamente reciente y aún controvertida, pero que explica muy bien algunos hechos difíciles de justificar sin ella; desde luego, no sólo describiré la teoría sino también las pegas que tiene y las razones por las que podría no ser cierta. En cualquier caso, hoy nos dedicaremos a hablar sobre un período cataclísmico de la juventud del Sistema Solar: el período de intenso bombardeo tardío.

Desgraciadamente, esta entrada no se presta como el resto de la serie a proporcionaros imágenes bellas; para eso habrá que esperar a la siguiente, cuando ataquemos el siguiente cuerpo del sistema. Se trata en este caso de un texto de cierta aridez, aunque haré lo posible, como siempre, para que sea lo más ameno que pueda.

Cuántica sin fórmulas - Superposiciones cuánticas

Por tercera semana consecutiva seguimos enzarzados en la serie Cuántica sin fórmulas, tratando de desentrañar los secretos de los estados cuánticos. Hace dos semanas hablamos acerca del concepto de estado cuántico, y la semana pasada lo hicimos sobre un tipo de estados especiales: los eigenestados, estados propios o autoestados de un observable determinado. Como espero que recuerdes, una de las propiedades fundamentales de los autoestados era que se trataba de lo que llamamos “estados incompatibles”. Como dije entonces, esta propiedad proporciona a los autoestados una enorme potencia para describir cualquier otro estado cuántico del sistema (al menos, en lo que se refiere al observable al que describen). Hoy nos centraremos precisamente en esto, y trataremos de escribir cualquier estado de nuestra “moneda cuántica” en función de sus estados propios utilizando, por supuesto, la elegante notación bra-ket de Dirac. Hablaremos sobre las superposiciones cuánticas, utilizando las mismas simplificaciones abyectas de los artículos anteriores.

Cthulhu

La cara de Cthulhu tras enfrentarse a los espacios de Hilbert. Crédito: Wikipedia/FDL.

Cuántica sin fórmulas - Estados y valores propios

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Hace unos días hablamos acerca del concepto de estado cuántico, dentro de la serie Cuántica sin fórmulas. Hoy continuaremos empapándonos de la “cuántica moderna” elaborando un poco más las ideas esbozadas entonces pero, una vez más, sin alargar demasiado el artículo de modo que haya una idea central que –espero– quede clara sin liarla con otras.

Como recordarás de aquel artículo, utilizamos el ejemplo de una moneda dentro de una caja. Si entendiste las ideas que se definieron entonces y los razonamientos que realizamos juntos, sabes que antes de abrir la caja la moneda puede tener infinitos estados posibles. Sin embargo, terminamos aquel artículo diciendo que existen algunos estados “especiales”: después de abrir la caja y mirar la moneda, ésta sólo puede mostrar una de dos posibilidades, cara o cruz. Hoy hablaremos acerca de estos “estados especiales”.

A lo largo de la entrada de hoy voy a utilizar expresiones sin rigor y simplificar conceptos de forma abyecta. Los posibles efectos secundarios a físicos y matemáticos incluyen sudoración inguinal, irritación en las meninges e hipotermia talámica; El Tamiz no se hace responsable de ninguno de ellos – si empiezas a notar cualquiera de esos síntomas, mejor lees otra cosa.