En la serie Falacias tratamos de desmontar mitos e ideas falsas más o menos extendidas utilizando el razonamiento lógico cuando es posible. Por cierto, si no conoces esta serie y piensas que el nombre de “Falacias” es incorrecto porque esa palabra tiene un significado diferente en el DRAE, o bien crees que me las doy de iluminado y nadie cree estas cosas, te pido que leas la descripción de la serie antes de seguir.
La entrada de hoy es la tercera que dedicamos a desmontar algunos errores comunes relacionados con el efecto invernadero: en la primera hablamos sobre su desafortunado nombre, y en la segunda tratamos de diferenciar entre este efecto y el calentamiento global. Hoy nos centraremos en los gases responsables del efecto invernadero, y especialmente en dos de ellos.
La atmósfera terrestre. Versión a 3027x2010 px. Crédito: NASA.
Los habituales habréis notado que estamos atacando el problema poco a poco, con artículos relativamente cortos y hablando de aspectos muy concretos en cada uno. La razón es que, en mi opinión, uno de los problemas que suelen aparecer al hablar de este asunto es que se mezclan muchas cosas, la gente tiene ideas preconcebidas –muchas veces erróneas– sobre algunos de los términos y conceptos que se usan, y muchos de los desacuerdos se deben simplemente a que cada parte cree que la otra parte de la discusión está diciendo cosas que no dice. Puesto que en algún momento dedicaremos una serie entera en El Tamiz al posible cambio climático y sus causas, quiero antes desmontar los errores más frecuentes para que partamos de una base común.
Dicho todo esto, existen distintas maneras de expresar la idea falsa de hoy, como suele suceder; sin embargo, el núcleo de la cuestión viene a ser más o menos esta mentira: el principal gas responsable del efecto invernadero es el dióxido de carbono (CO2).
Mentira cochina.