El Tamiz

Antes simplista que incomprensible

Phoenix, en Marte

Se me hace algo extraño dar la noticia de hoy, porque parece mentira que el tiempo haya pasado tan deprisa: hace unos meses hablamos del lanzamiento de Phoenix hacia Marte. Hace unas horas Phoenix completó su aterrizaje (más bien amartizaje) con éxito, ha abierto sus instrumentos sin problemas y las cosas tienen muy buena pinta para la misión.

Phoenix abre los ojos

Phoenix abre los ojos al paisaje marciano. Crédito: NASA/JPL-Caltech/University of Arizona.

Durante la semana - Observado el nacimiento de una supernova

Episodio monográfico sobre la primera observación completa de una supernova, SN2008D. En él tratamos los siguientes asuntos:

Supernova SN2008D

NGC2770 en ultravioleta (arriba) y rayos X (abajo) los días 7 (izquierda) y 9 (derecha) de Enero de 2008.

Puedes suscribirte a Durante la semana a través de iTunes o cualquier otro agregador de podcasts aquí (algo que preferimos para saber cuánta gente lo escucha con mayor exactitud). También puedes descargarte el episodio manualmente en formato mp3 aquí.

Konstantin Tsiolkovsky

Libro disponible:
Los segundos doce artículos de la serie (de la seda a Johann Sebastian Bach) están disponibles como libro en tapa dura y como libro electrónico.

Continuamos hoy Hablando de…, la larga serie de artículos en la que recorremos diferentes aspectos de ciencia y tecnología de manera aparentemente aleatoria, haciendo especial énfasis en aspectos históricos y enlazando cada artículo con el siguiente. Tratamos, entre otras cosas, de poner de manifiesto cómo absolutamente todo está conectado de una manera u otra.

En las últimas entradas de la serie hemos hablado acerca del proyecto nuclear Nazi, algo que nunca llegó a ocurrir posiblemente gracias a Werner Heisenberg, aunque el bando aliado sí utilizó armas atómicas en los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki, llevados a cabo por bombarderos B-29 Superfortress, cuyos motores estaban construidos por la empresa fundada por los famosos hermanos Wright, los primeros en hacer volar un aeroplano, máquinas que se convertirían en armas en la Primera Guerra Mundial, aunque no tan terroríficas como el gas mostaza, que en el mar se polimeriza y puede ser confundido con ámbar gris, utilizado en la Edad Media como amuleto de protección contra la Peste Negra, posiblemente causada por la bacteria llamada originalmente Pasteurella pestis en honor de Louis Pasteur, una de cuyas hazañas fue terminar con la plaga que estaba acabando con las larvas de Bombyx mori francesas, productoras de seda, una sustancia que, en comparación con su peso, puede llegar a ser bastante más resistente que el acero, aunque no llega a la resistencia de los nanotubos de carbono, una de cuyas posibles aplicaciones más prometedoras es como estructura de un futuro ascensor espacial, propuesto por primera vez por Konstantin Tsiolkovsky. Pero hablando de Konstantin Tsiolkovsky…

Tsiolkovsky

Konstantin Eduardovich Tsiolkovsky (1857-1935).

Es difícil expresar con palabras la magnitud del genio de Tsiolkovsky. Más allá de hablar de su vida a grandes rasgos y discutir algunas de sus ideas, mi objetivo con este artículo es precisamente ése – tratar de plasmar por escrito las emociones que siento al leer sus ideas y compartir la enormidad de su visión. Porque, más allá de su capacidad como científico teórico, Konstantin Tsiolkovsky era un visionario muy adelantado a su época… y a la nuestra. Espero que leer sobre él te deje tan pasmado como a mí. Antes de empezar a hablar sobre él, una pequeña perla para que vayas haciendo boca, de una carta del propio Tsiolkovsky de 1911 (ojito a la fecha y la cita):

La Tierra es la cuna de la humanidad, pero no podemos vivir para siempre en una cuna.

Cuántica sin fórmulas - El pozo de potencial infinito

En la última entrega tripartita de la serie Cuántica sin fórmulas hablamos acerca de la ecuación de onda de Schrödinger: su elaboración, el significado de la función de onda y su relación con el principio de incertidumbre de Heisenberg. Ni qué decir tiene que te recomiendo que leas aquellos artículos antes de seguir con éste, pues me baso en conceptos explicados allí y vamos a aplicar cosas generales mencionadas en ellos a problemas concretos. Mejor aún, si no conocías esta serie hasta ahora, es que empieces por el primer artículo y poco a poco avances hasta éste – la cuántica ya es puñetera por sí misma, como para encima no empezar desde el principio.

Como recordarás, la mecánica ondulatoria de Schrödinger tuvo mejor aceptación general que la matricial de Heisenberg por su mayor facilidad de visualización. Esta característica es especialmente útil para nosotros en esta serie – sería casi imposible analizar casos concretos mediante la formulación de matrices sin utilizar fórmulas, pero las ondas son fáciles de representar gráficamente y, tras haber leído la entrega anterior de la serie, deberías ser capaz de interpretar los resultados gráficos para comprender lo que significan físicamente (veremos si es así o no).

Este artículo, como todos los de esta serie, es denso y abstracto. Aunque he dejado las neuronas tratando de hacerlo lo más accesible que puedo, requiere un mayor esfuerzo que otros de El Tamiz, y es posible que tengas que darle una pasada, dejarlo estar y volver a él al cabo de un tiempo. No te desanimes si al principio te resulta difícil (si te parece simplemente infumable, lo siento).

El objetivo hoy es doble: por un lado, vamos a descubrir cosas nuevas sobre el comportamiento del mundo a nuestro alrededor; sin embargo, me parece más importante aún otra cosa. Soy consciente de que aprender de cuántica a veces desmoraliza, y parece que piensas y lees mucho y al final te quedas tan confundido como al principio. Mi objetivo en esta entrada es demostrarte –si has leído el resto de la serie, claro– que sabes más de lo que piensas. Hoy vamos a poner en acción lo que hemos aprendido sobre el principio de incertibumbre, las hipótesis de Planck y de Broglie, la interpretación de la función de onda, etc., para aplicar todo eso a un caso concreto. Estudiaremos el pozo de potencial infinito.

Falacias - El efecto invernadero I (el nombre)

En la serie Falacias tratamos de desmontar mitos e ideas falsas más o menos extendidas utilizando el razonamiento lógico cuando es posible. Por cierto, si no conoces esta serie y piensas que el nombre de “Falacias” es incorrecto porque esa palabra tiene un significado diferente en el DRAE, o bien crees que me las doy de iluminado y nadie cree estas cosas, te pido que leas la descripción de la serie antes de seguir.

Vamos a dedicar algunos artículos de la serie a hablar de cosas relacionadas con el denominado efecto invernadero y algunas ideas relacionadas con él que se oyen a menudo pero que son falsas. En el artículo de hoy nos dedicaremos precisamente al nombre de efecto invernadero, que es engañoso en sí mismo y se basa en una idea falsa… aunque, como pasa a menudo, es muy difícil cambiar el nombre de algo una vez que se ha arraigado, de modo que tendremos que acostumbrarnos a él – pero siendo conscientes del origen y la realidad de las cosas.

Al igual que en el caso del artículo anterior sobre los antibióticos y los virus, soy consciente de que la mayor parte de los “habituales” probablemente conocéis la verdad sobre la Falacia de hoy, pero como en aquel caso pretende servir por un lado de apoyo en las discusiones que podáis tener con gente que no sabe la verdad, y por otro para aquellos que aprendieron (normalmente en el colegio) la versión errónea y nunca han podido leer la explicación correcta.

De modo que la afirmación falsa de hoy es sencillamente ésta: El efecto invernadero se llama así porque se basa en el mismo principio físico que los invernaderos construidos por el ser humano – la opacidad de algunas sustancias a la radiación infrarroja.

Mentira cochina.