Había empezado a planear cómo atacar una serie sobre las “cuatro fuerzas”, las interacciones fundamentales del Universo, una petición de curzki en este comentario; pensar en eso me llevó a darme cuenta de que debería empezar una serie básica sobre la cuántica antes, para poder hablar con algo de base sobre las partículas virtuales. He empezado a escribir el primer artículo de la serie, pero al hacerlo (junto con el preparar la introducción al libro de Relatividad Especial) me ha llevado a pensar en nuestra intuición y cómo el fiarse de ella es peligroso… y el resultado de tanto rumiar ha sido esta entrada que estás leyendo.
Algo que repito unas cuantas veces al hablar de relatividad, y que tendré que repetir unas cuantas más cuando hablemos de física cuántica, es que hay que saber cuándo no fiarse de la intuición (y tanto la cuántica como la relatividad son dos ejemplos de cuándo no hay que fiarse de ella). Sin embargo, es muy difícil no fiarse de ella: hay cosas que nos parecen “de sentido común”, “evidentes” y “obvias” cuando no lo son, pero contradecir esos mensajes de nuestro propio cerebro es complicado. De hecho, requiere una cierta disciplina y práctica.
De manera que hoy vamos a dedicarnos a practicar la anti-intuición… pero no con la física, sino con las matemáticas. Hay bastantes problemas y paradojas matemáticos que son ejemplos excelentes de lo que quiero decir: algo que es real, y perfectamente lógico, nos parece imposible. Sin embargo, cuando pensamos sobre el asunto sin escuchar la vocecilla de la intuición, nos damos cuenta de que estábamos equivocados.